Me siento obligada a reconocer que ayer la imagen del embrión me dejó impactada y por primera vez, emocionada. La tengo grabada a fuego en la retina, no puedo quitármela de la cabeza. Por fin estoy consiguiendo racionalizar que existe un ser vivo, algo chiquitito y sin nombre que vive en mi tripa. Por eso, hoy he sentido la necesidad de conocer qué ha pasado dentro de mi hasta llegar hasta aquí, es decir, cuál es el proceso transcurrido desde la eyaculación hasta que un óvulo y un espermatozoide se convierten en embrión. Para no perder la costumbre me he metido en Youtube. El video que encabeza este post es el resultado de mi búsqueda y sólo puedo calificarlo de grandioso.
Resulta difícil de explicar pero, de alguna manera y por primera vez, me siento útil a la vida: tengo una misión que cumplir. Sin duda, esta excursión informativa está siendo positiva para el proceso de interiorización de mi nuevo estado: estoy embarazada y ahora empiezo a descubrir los mil significados de esta oración tan simple. Inevitablemente, también estoy hipocondríaca de nuevo porque he leído que la primera ecografía se hace entre la séptima y la novena semana y yo todavía no tengo ni cita para el ginecólogo. Mi preocupación se ha multiplicado al leer lo siguiente. “estas primeras semanas de embarazo es necesario que se realice un control de tensión arterial para saber si existe hipertensión y la posibilidad de que se pueda sufrir preclampsia, problema que se inicia al principio del embarazo y que representa un peligro para la madre y para el futuro bebé.” Por cierto, mis vacaciones están en peligro: al ptialismo y al dolor de cabeza se ha sumado un moqueo líquido y esporádico. Creo que ayer en el metro, alguna respiración demasiado cercana (que no jadeante) me contagió una gripe extraña. Asquito.
Tengo serios remordimientos de conciencia: he estado las dos últimas semanas tan obcecada en superar la depresión y el susto por quedarme embarazada que me he olvidado de lo básico: hacer las cosas bien. Quiero decir con esto que en ningún momento he sido consecuente porque no he dejado de mirarme mi propio ombligo, de autocompadecerme y sentir penita de mi misma. Sólo me ha faltado ir llorando por las esquinas con el Clearblue en la boca. Siempre he defendido lo siguiente: si se empieza algo se empieza en condiciones, aunque el comienzo sea una imposición vital circunstancial, como es el caso.Tengo la sensación de ser una inmadura, una irresponsable de 35 años que ni siquiera ha empezado a tomar ácido fólico, ni ha dejado de fumar porque su preocupación principal radica en asumir, lo antes posible, que una putada muy gorda está a punto de cambiar su vida para siempre. Y hoy estoy empezando a darme cuenta de que definir un embarazo como una putada no es justo: si fuera más agradecida con la vida, sería infinitamente más feliz.
Me siento tentada a enviarle un e mail a Jota con la foto del embrión de 7 semanas pero al final no lo he hecho, está totalmente fuera de lugar. Jota no quiere ser padre y es injusto que lo obligue. Cada minuto que pasa se va disolviendo la densa niebla que gravita por mi cabeza: no puedo presionarle, tengo que romper con él. Lo mejor para los dos es dejarlo definitivamente.