Jota sigue missing, ya no me llama. La verdad es que se sentirá bastante desconcertado: por un lado sé que quiere dar la cara y asumir su paternidad y por otro no se siente preparado para ser padre así que, cuando percibe mi rechazo, imagino que debe de dar palmas de alegría porque se lo estoy poniendo en bandeja.
Lo cierto es que, aunque me haga la indignada, lo entiendo perfectamente. Yo nunca me planteé tener hijos. No me gustaban los niños. No me inspiraban nada. Adoro a los cachorritos, a los gatitos pequeños, a los ratones, a las iguanas, incluso a los murciélagos pero los niños no, nunca llamaron mi atención. Soy de las que nunca he sabido qué decir cuando me encuentro en la calle con alguna conocida y el cochecito de bebé, con bebé dentro. Para mi todos los bebés son iguales, nunca he sabido si un bebé es niño o niña. feo o guapo, grande o pequeño. Y sé que para no quedar de pena con las mamás, siempre hay que dirigirse a la criatura para decir algo cariñoso y agradable pero nunca se me ocurre nada ingenioso así que acabo balbuceando sin ninguna gracia (intentando simular voz tierna) gilipolleces tópicas y mediocres que me da vergüenza hasta reproducir porque consiguen que me sienta mema. Con los bebés, tengo tal gracia inherente, mortal de necesidad y afecta tan negativamente a mi ego, que en alguna ocasión me he planteado hacer una lista de adjetivos dirigidos a bebés y clasificarlos por fenotipos, para aprendérmelos de memoria y salir airosa de situaciones tan vergonzantes como esta.
Estoy terriblemente alarmada porque hasta hace unos minutos, mi instinto maternal simplemente era inexistente y de pronto, en el parking de casa ¡me he sorprendido a mi misma alargando los brazos para achuchar al bebé recién nacido de la presidenta de mi comunidad! ¡qué cosa más bonita, por favor! Era un Gusiluz sin cuello, chiquitillo y rosita como un gorrinete redondo, con las patitas gordezuelas y llenas de lorzas… la presi, que me conoce como si me hubiera parido, alucinaba con mi inaudita y repentina ternura hacia el recién nacido y sonreía perpleja, esperando que de un momento a otro me sacara la teta para amamantar a su hijo. Con ánimo de zanjar la entrevista y disimular su deseo de arrebatarme al bebé – mi metamorfosis en la perra de Rebecca de Mornay empezaba a hacerse evidente – me ha contado que ella tuvo diabetes gestacional y un parto complicado por eso el niño nació tan gordito. Pesó 4.500 kg.
Por cierto, sigo hinchándome a Donut. Me acabo de pesar y ya he engordado 4 kg. ¿estaré desarrollando diabetes gestacional?