72 horas después de los pinchazos de los vampiros, el moratón de mi brazo mide ya medio metro. Todavía quedan cuatro días para ir a recoger los resultados de la analítica y ya no puedo dormir por la noche. Después de desarrollar una intensa y monotemática obsesión por el embarazo, he pasado a convivir con una especie de paranoia inmunodeficiente: ahora tengo el SIDA. Hoy me he despertado a las cinco de la madrugada y gracias a mi imaginación calenturienta ya no he podido volver a conciliar el sueño, no he conseguido quitarme de la cabeza la prueba del VIH . Quiero pensar que todo esto es un trastorno mental transitorio fruto de mis hormonazas, es decir, que no estoy tan psicótica como para someterme a un tratamiento psiquiátrico: si el embarazo provoca diabetes gestacional e insomnio gestacional, de la misma manera también puede ser el causante de una especie de delirio gestacional que en mi caso, y por supuesto de manera errónea, podría confundirse con la paranoia.
Con el sueño, por las noches tengo tres problemas importantes que, por lo que leído, parece que le pasa a muchas embarazadas:
– Tengo el sueño ligero. No consigo descansar aunque duerma,
– En mitad de la noche me despierto con frecuencia
– Tengo serias dificultades para volver a dormir otra vez
El insomnio durante los primeros meses de embarazo está originado por la revolución hormonal: por el día es causa de fatiga y durante la noche interrumpe el ciclo nocturno. Los estudios han demostrado que el aumento de estrógenos y progesterona disminuyen el sueño profundo, que es el que nos permite descansar. También, se ha observado que las gestantes que duermen mal tienen niveles bajos de cortisol y melatonina. Ahí van algunos consejos para mitigar el insomnio durante el embarazo:
nacersano
mi bebe y yo
En definitiva, sea fruto de mis hormonas o de un T.O.C., lo que tengo encima es un acojone integral por el SIDA. Mi vida sexual la verdad es que nunca ha sido un paradigma de desparrame así que quiero pensar que no pertenezco a ningún grupo de riesgo. Gracias a mi hipocondria y a una casta y opusina educación de colegio de monjas marcada por el halo místico de la represión “sesual”, siempre he tendido a retrasar de forma ridícula esa idílica primera vez. Recuerdo a mi primer tarzán, el que me deshonró en la cochambre de la estación abandonada de Renfe. Cuando le dije que todavía era virgen (a los 22) y no precisamente por hacer milagros, casi se saca la minga pero para miccionarse en mi cara. En definitiva, que un poco más y tienen que hacerme la prueba del pañuelo junto con la última citología.
Siento ser tan soez pero me lo pide el cuerpo para exorcizar este pánico cerval al SIDA que mentalmente (ya) padezco.