Ayer mi plan de relax comenzó desmoronarse el mismo momento en que apagaba el ordenador para empezar a ponerlo en práctica. Ni chino, ni cervecita, ni Torete. Todo empezó al preparar el café de las 11.00 h. De pronto descubrí que no olía como siempre, un hedor denso y repulsivo se extendió rápidamente e impregnó toda la casa. Era repugnante, así que supuse que el café estaba estropeado, me vestí y bajé a la calle arrastrándome con la intención pedirle a mi hermana Alba (que vive a dos minutos) un paquete de café. No quería perder ni un segundo de mi tiempo (mis vacaciones, mi tesoro) pero tenía un mono horrible de cafeína. Al llegar a casa de Alba, ya estaba tan desfallecida que no tuve más remedio que autoinvitarme a un café con magdalenas.
Sólo quería irme cuanto antes, Alba hablaba sin parar y yo necesitaba poner en marcha mi primer día sabático. Estaba en la cocina cuando el café por fin comenzó a salir y para mi sorpresa, descubrí que volvía a oler terriblemente mal. Como era de la misma marca que el que yo utilizo, pensé que se trataba de una partida defectuosa así que lo tiré por el fregadero. Cuando estaba en ello, apareció mi hermana y me aseguró que el café olía divinamente. Me ponía de los nervios cuando impostaba la voz para hacerse la autosuficiente, así que no pude callarme
– ¿Estás de coña o te falla el olfato?
A lo que ella respondió medio en broma
– Carmencita, nena ¿tu estás preñada?”
Silencio sepulcral y pillada gorda. No hizo falta respuesta. Mi cara y su experiencia (tiene cuatro hijos) se lo confirmaron.
Alba se sentó como desmayada en la silla de la cocina y dijo en un suspiro mientras se sujetaba dramáticamente la frente con la mano: “¡Qué vergüenza, Dios mío!”. Voy a ahorrarme el relato de lo demás porque Alba es del Opus (como toda mi santa familia, excepto yo) y en dos segundos consiguió entrar en una especie de trance místico-recriminador. De pronto me di cuenta de que no podía soportarla y me volví loca. Me poseyó momentáneamente la vena hinchada de la Patiño (que dicen que tiene vida y latido propio porque en realidad es una boa constrictor) y con un portazo zanjé su discurso insufrible de amor bendecido por un dios bueno (que debe de estar de gilipolleces opusinas hasta los mismísimos), matrimonios cristianos (que por lo visto no follan) y niños felices (parece ser que todos son nacidos por obra y gracia). Por supuesto, no me fui sin antes encenderme macarramente un cigarro en sus narices para escandalizarla más y decirle que era una reprimida ridícula, una pseudo monja y un calco de la beata de mi madre y sus neurosis de ex numeraria fundamentalista. Así fue como mi paz mental y mi plan de domingo se fueron a la mierda de la mano, mientras mis cambios de humor se hacían cada vez más evidentes y mi hermana mayor se enteraba de mi embarazo.
Cuando he llegado a casa, todavía enfurecida y taquicárdica, he descubierto con sorpresa que un pequeño charquito de agua salía por debajo de mi puerta empapando el felpudo: me había dejado el grifo de la cocina mal cerrado y el agua inundaba toda la cocina y parte del salón. Hay que joderse, de verdad.
Juro que no puedo con mi vida. Virgen de la Pata Arrastras!!!!
Ahora son las 23.30 h. y acabo de terminar con la fregona. Necesitaba hacer un poco de terapia escribiendo. No quiero olvidar nunca este día extraño.
La foto la he sacado de el correoweb y pese a su precaria calidad la he elegido porque me parece una imagen única, de un surrealismo sublime: por alguna extraña razón es la única periodista que consigue ser ella misma y Silvester Stallone al mismo tiempo.
Con la tontería hoy me he fumado 10 cigarros pero prometo que mañana o pasado lo dejo.