hipocondríaca visita al dentista


hipocondriaca visita dentista
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Vengo con la boca torcida y el maxilar inferior colgando en su sector derecho. No, no me ha dado un accidente cerebrovascular isquémico, o al menos eso creo. Hoy tocaba visita al dentista.

El detonante ha sido una muela palpitante que llevaba una temporada amenazando con dejarse sentir. No podía dejar pasar más tiempo así que me armé de valor hace una semana y pedí cita. Llevo tres días sin dormir y años demorando este momento no por miedo al torno, al pinchazo en el paladar,  a que me arranquen una muela o me perpetren una endodoncia. No. El terror me paralizaba debido principalmente a tres razones de peso:

a) creía que no sería capaz de abrir la boca, qué vergüenza ofrecer semejante espectáculo de granja de sarro y acobardar al dentista con mi repugnancia bucal (seis años sin hacerme una limpieza)  hasta hacerlo vomitar.

b) el pavor a escuchar que sufría piorrea y se me iban a caer todos los dientes podía conmigo. Prefería vivir en la ignorancia hasta que llegara el día de hacerme los implantes. Soñar con la caída de piezas dentales ha sido constante recurrente en mi, durante los cuatro últimos años.

c) anestesia, reina de mis desdichas. Muero de la aprensión. La sensación de lengua acorchada, media cara paralizada y boca torcida es algo que mi mente no tolera. Resulta que cuando estoy en plena sobredosis anestésica empiezo a imaginar que, si en esos momentos me da un derrame cerebral, la anestesia enmascarará los síntomas reales y cuando me percate de que la parálisis está producida por una isquemia, será demasiado tarde. Mi paranoia se alimenta imaginando otra variante de los hechos muy simple: la anestesia perpetua. En esta versión, siento que, por alguna extraña razón que no puedo imaginar, mi boca no va a despertar nunca así que paso el tiempo ocultándome la boca con la mano, mirando el reloj y preguntándome si es normal que siga con un hilillo de saliva resbalando graciosamente por la comisura del lado anestesiado. Por descontado, no pruebo bocado en todo el día por miedo la insensibilidad: temo comerme mi propia cara.

Bueno, pues al final resulta que he sobrevivido a otro ataque hipocondríaco y he salido bastante airosa del trance: sólo dos empastes y un diagnóstico de gingivitis. Me han soplado 160 euracos, genero duchas de escupitajos cada vez que intento pronunciar una consonante bilabial oclusiva, se me cae el moquillo por un conducto nasal dormido y necesito pellizcarme los labios cada treinta segundos (para comprobar que van despertando y por ende, no he sufrido una apoplejía bajo los efectos de la anestesia) pero soy feliz: puedo sonreir con media boca y, seguramente, conservaré todos mis dientes.


3 respuestas a “hipocondríaca visita al dentista”

  1. Tú tan divertida como siempre, espero que haya más de ficción que de realidad, de lo contrario debes pasarlo fatal con este tipo de episodios.

  2. yo te iba a preguntar lo mismo jaja con quien has dejado a la niña, yo tengo que ir a la pelu y no veo el momento ni con quien dejar al enano que solo se calma conmigo cuando se pone penoso!!!
    y sabes, smile con tu sonrisa nueva!

  3. Jajajaja, me parto contigo,eres lo peorrrr!!!! Jjajajajaja!!!
    Con quién has dejado a Malena? Qué tal has llevado separarte de ella?
    Besitos