Dicen que las vacas son un símbolo muy antiguo en los sueños. Soñar vacas gordas y hermosas sugiere que para el soñante todo marcha bien y así seguirá por lo menos en el futuro inmediato.

Bien, pues yo hoy me siento vaca. Vaca gorda y positiva.

He utilizado por primera vez el sacaleches, Malena no acaba de vaciarme bien las ubres y la media hora parezco Dolly Parton  así que ayer decidí exprimir bien mis turgentes protuberancias para sacar la leche sobrante y almacenarla por si las moscas.

Inicié la extracción dándole al manubrio. Inmediatamente cuatro o cinco chorritos de leche salieron deforma rítmica desde diferentes poros extraídos a presión por el vacío. El pezón se transformó en fontana. Milagroso -pensé- ¡soy hembra y produzco leche!.

Si tuviera que elegir una palabra para describir la experiencia, sería «alucinante». Si tuviera que elegir otra sería «animal». Resultado: una experiencia alucinante y animal. Pero no deja de resultar extraña y bastante desconcertante, lo más antiglamour que he conocido

Cuando me ordeño se distorsiona la imagen que tengo de mi misma. Creo que no sería capaz de soportar que nadie me observara mientras lo hago. Estéticamente es la cosa más animal e inverosímil que he hecho con mi cuerpo. Sé que la comparativa no es políticamente correcta pero juro que no encuentro otra manera de expresarlo: mientras extraigo la leche, la sensación es definitivamente biológica y sólo comparable a la que experimenté la primera vez que hice el amor, cuando desconcertada por el experimento íntimo del apareamiento, sólo podía visualizarme a mi misma desde fuera y preguntarme inmersa en el anticlimax «¿qué coño hace este jadeando y sudando encima de mi?»

Siento ser tan explícita, pero ya sabéis que se me va la boca una cosa mala. Si no lo digo, reviento.

Feliz lunes